El cangrejo de río Austropotamobius pallipes (Lereboullet, 1858) es la única especie autóctona de cangrejo presente en la Península Ibérica y uno de los mayores macroinvertebrados de nuestra fauna continental.
La distribución y abundancia de Austropotamobius pallipes han ido descendiendo de forma drástica en las últimas décadas, afectando tanto a las poblaciones españolas como a las del resto de Europa.
En España la distribución del cangrejo autóctono depende en gran medida de la geomorfología. Los ríos de nuestro país son de carácter mediterráneo, sometidos a fuertes variaciones estacionales alternando períodos de sequía con riadas o avenidas de intensidad variable. Las riadas pueden modificar el cauce y el período seco puede producir la interrupción del flujo de agua originando pozas intermitentes o tramos sin agua. Y es precisamente en estas zonas, aisladas del resto de la red fluvial, bien por tramos que quedan en seco o por barreras físicas, donde suele aparecer el cangrejo.
Hoy en día encontramos las poblaciones de cangrejo en las cabeceras de cuenca, generalmente aisladas del resto de la red fluvial, bien por zonas que quedan secas o por diferentes barreras físicas, ocupando tramos pequeños, que no superan el kilómetro y charcas, naturales o seminaturales. Esto significa que las poblaciones están muy fragmentadas y además aparecen en los márgenes de su primitivo hábitat.
Dentro de la Península Ibérica, el cangrejo autóctono representa uno de los casos más dramáticos de regresión faunística. En muy poco tiempo, prácticamente en la década de los años ochenta, los cangrejos pasaron de ser un elemento de la fauna muy abundante en los cauces ibéricos a estar seriamente amenazados de extinción.
En 1964, antes de la irrupción de la afanomicosis, enfermedad producida por el hongo Aphanomyces astaci A. pallipes se distribuía en la Península Ibérica de manera bastante generalizada.
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