dijous, 11 de març del 2010

Aldo Leopold: Una nueva forma de relacionarse el ser humano en armonía con la naturaleza.


El gran naturalista Aldo Leopold nació en Prospect Hill, Burlington, Iowa, el 11 de enero de 1887, de padres hijos de inmigrantes Alemanes. Sus abuelos, Charles y Marie Range Starker, fueron muy apreciados en su ciudad. El primero como industrial, comerciante, arquitecto y ciudadano prominente, era un entusiasta naturalista, que creía firmemente en la necesidad de que los ciudadanos contaran con espacios destinados a disfrutar los escenarios naturales. Fue el primero de cuatro hijos del matrimonio de Carl Leopold y Clara Starker. De su padre y su abuelo, desde muy pequeño recibió lecciones prácticas de observación cuidadosa de la naturaleza, de las plantas y los animales silvestres, sus hábitos y sus necesidades. Su padre fue un ferviente cazador, con la peculiaridad de que se auto imponía, límites de caza, para permitir que la fauna se reprodujera. Su madre Clara fue la contraparte en su formación, ya que lo motivaba a la lectura de los clásicos.
En aquella época, existían dos corrientes, en cuanto a los recursos naturales:
a) La de conservación de las áreas silvestres, vedándolas a toda intervención humana, uno de cuyos proponentes era John Muir.
b) La del uso de los recursos de una manera “justa y equilibrada” para abastecer de materias primas a la pujante industria de los Estados Unidos, que a resultas de la Guerra Civil de 1860-1865 y posteriormente de la Guerra con España, en la que ésta perdió Filipinas, Cuba y Puerto Rico, se encontraba en pleno desarrollo. El principal proponente, sobre todo en materia forestal era Gifford Pinchot.
Ambas corrientes eran fuertemente sustentadas ante el hombre fuerte del momento, Teodoro Roosevelt, quien apoyó la creación de los primeros Parques Nacionales, siendo el primero Yellowstone, declarando 8980 km2 destinados a la conservación.
Sin embargo, en cuanto al uso y aprovechamiento de los recursos naturales, triunfó la visión de Gifford Pinchot, miembro de una acaudalada familia, lo que se tradujo en ver los bosques en función de metros cúbicos de madera del Departamento de Forestería Sheffield con recursos de su familia, como parte de la Universidad de Yale.
En la escuela de forestería, Aldo sobresalió en todo lo que se refería a aspectos cualitativos, pero seguía con problemas en lo relacionado a los cálculos que demandaba su carrera.
Al finalizarla, ya con su grado de Maestría en Forestería, ingresó al Departamento de Forestería de los Estados Unidos, con dos opciones de trabajo: a) Las montañas de Colorado ó b) los bosques del Suroeste en lo que todavía era los Territorios de Arizona y Nuevo México. Él eligió el Suroeste.
Aldo tomó con profesionalismo, el trabajo que le encomendaron, aunque en los primeros meses tuvo problemas (por soñador), con su brigada, al no coincidir los resultados del estudio de disponibilidades en el Bosque Nacional Apache. Una vez que maduró, se le encomendó el estudio de una región más al Oeste.
En 1912 contrajo matrimonio con Estella Luna Bergere.
Además de sus obligaciones de trabajo en campo y oficina, Aldo se dio a la tarea de crear un boletín, del cual el era editor, autor y distribuidor, el Carson´s Pine Cone (La piña del bosque Carson), que comenzó a ser el altavoz por el cual Aldo inició su labor como educador en la conservación.
Una enfermedad mandó a Aldo de regreso al Medio Oeste; una pulmonía complicada con nefritis, de la cual escapó milagrosamente de la muerte, después de su larga convalecencia se pudo reintegrar al servicio forestal, pero ya no fue igual. Había tenido tiempo en el lecho de enfermo de meditar a conciencia la validez del aforisma de el “aprovechamiento utilitario de los recursos” sin contemplar el daño que se estaba ocasionando desde entonces a la fauna, a los bosques y a la vegetación en general.
Por esta época, la ciudad de Albuquerque le dio trabajo como Director de la Cámara de Comercio de la misma, por lo que pudo influir en el despegue económico de la ciudad, sin dejar a un lado un carácter de conservación de los recursos naturales y las tradiciones indígenas, hispano-mexicanas de la región.
Como su salud seguía deteriorada, lo adscribieron al laboratorio nacional para productos y derivados de la madera. Este, nuevamente fue un trabajo en el que definitivamente se encontraba fuera de su medio natural y que no estaba capacitado para ello. Por lo que realmente, allí no pudo avanzar más allá del cumplimiento de su deber. Entre paréntesis, en la actualidad, todos los negocios relacionados con la cacería en los Estados Unidos representan una industria multimillonaria y no siempre totalmente ética, sobre todo en los paquetes que se ofrecen a gente muy rica, para matar presas como, alces, berrendos, osos, en Norteamérica, así como leones, rinocerontes y elefantes, en África.
Asimismo comenzó a publicar en el Farmers’ Almanac artículos prácticos dirigidos a los granjeros pero con un enfoque sobre el cuidado de la fauna junto con las actividades tradicionales de una granja. Algunos artículos se publicaron, y otros los fue estructurando para lo que sería su obra más aclamada, Equilibrio Ecológico. Almanaque de un Condado Arenoso.
Poco a poco, se fue poniendo de manifiesto que el problema de la fauna era la disminución de hábitats, como factor clave, por el impacto de la deforestación para abrir tierras a los cultivos agrícolas y praderas para la ganadería.
En la Gran Depresión de 1929, Aldo, con cuatro hijos ya adolescentes y una familia que sostener, se quedó sin trabajo. Pero afortunadamente, el 26 de junio de 1933, la Universidad de Wisconsin le ofreció a Aldo la plaza para enseñar por primera vez en la historia de los EEUU, el programa de postgrado en el Manejo de Fauna. En general se dice que escribió más de 350 artículos, una serie de ellos que habían quedado inéditos, fueron la base para que en 1999 se publicara un nuevo libro con un título muy sugestivo: Por la Salud de la Tierra. En el que cada vez nos va quedando más claro su herencia espiritual sobre la Ética de la Tierra.
Algunos como Sam Kisow, habían estado experimentando con la cosecha de faisán silvestre durante algunos años. Bajo la directriz de Aldo, esos granjeros dedicados al cuidado de sus tierras formaron la Faville Grove Wildlife Experimental Area (Área Experimental de Bosques para Fauna Silvestre Faville), en la que granjeros y estudiantes trabajaron juntos en la experimentación de métodos de cosecha de fauna silvestre con codornices, faisanes y perdices húngaras.
Este aspecto es altamente relevante y nos atañe a nosotros en nuestra época, ya que el enfocar esfuerzos de convencer a los dueños de tierras que por siglos han sido despojadas de su cubierta vegetal y de su fauna, a ver potencial en un mosaico de usos diversos de la tierra que permitan satisfacer las necesidades del ser humano, de sus cultivos, de sus animales domésticos y de la fauna, es algo que Aldo vislumbró en la década de los años 30, y que fue madurando en la de los 40 hasta su muerte en 1948; y nos legó como herencia intelectual, la fórmula que se continúa con las ideas de Sara Stein y la estructura de pensamiento que representa la esencia del manejo Holístico de Allan Savory, para que con una nueva visión del papel que podemos y debemos adoptar los humanos, para contribuir a curar la tierra. Esa es la tesis básica de la herencia que nos deja Aldo Leopold, vigente hasta hoy en las tierras de su granja, 62 años después de su muerte, por un ataque al corazón al tratar de combatir un incendio forestal iniciado en las tierras de su vecino, con objeto de evitar que se extendiera a sus bosques restituidos por más de 12 años con gran esfuerzo, esmero y cuidado.
Aldo Leopold le dio un giro de 180º al “Sueño Americano”. El nació en una mansión y murió en una muy humilde cabaña; y sin embargo, su cabaña era el hogar de sus más preciadas posesiones. Su libro, Grandes Posesiones, fue publicado después de su muerte bajo el título de, Almanaque de un Condado Arenoso y bosquejos de Aquí y Allá.

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